La noche: el arduo avatar entre la razón y la fe
San Juan de la Cruz es uno de los
poetas que gracias a sus obras, la lengua castella ha sido denominada, la
lengua de los ángeles. El poeta carmeliano se entrega al ejercicio de la
poesía, como el único camino que lo conduce al encuentro con lo divino:
experiencia mística por medio del Verbo. Un ejemplo de éste, es el poema “Noche
Oscura”[1].
Poema que fecunda el encuentro de la amada con el Amado. La amada acá es el
alma que sale en búsqueda -a plena oscuridad segura- de la unión célebre.
Quisiese tratar el símbolo de la noche en este poema, como el último lugar o
guarida o refugio de Dios. En donde -tal como se dice en el título- se da
presencia “al arduo avatar entre la razón y la fe”[2].
Desentrañamiento que no impide quitar del poema la integridad del misterio, es
más, considero que intensifica y oscurece esa noche de Dios, puesto que
en la medida que seguimos ese mismo camino que transita el alma, nos
confundimos entre esas sombras noéticas: palmando sin palmar, físicamente,
entre la oscuridad el cuerpo de Dios, o como bien deberíamos decir desde ahora,
el cuerpo del Amado.
El poema de san Juan de la Cruz nos
demuestra que el lenguaje hace un esfuerzo para dar vida exterior a una
experiencia interna, inefable, por lo mismo. Lo vemos a través de los oxímoros[3]:
devenir que nombra lo imposible, es decir, la contradicción, los opuestos que
nacen, obligatoriamente, del uno al otro, como es el caso de la luz que sale de
la sombra, como esa misma luz oscura que guía al alma por la secreta escala
disfrazada. Luz opaca de penumbra, más segura que la luz del mediodía. ¿Por
qué es más segura, más confiable aquella luz que no alumbra, sino más bien que
confunde? Porque es la luz que irradia
el cuerpo del Amado. Es la luz que fue abandonada por lo material y que
recuerda la fe: la expericia confusa y grata de la aventura del alma. Hablar de
la luz en este poema es nombrar la oscuridad, es callar lo que se oye en la
alborada que se aproxima, es la luz que no nos da aviso de los límites, es
decir, cobija el cuerpo y el alma del Amado en su infinitud que insiste en su
expansión per se: la unión de la amada con el mismo Amado.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
Amada con Amado transformada,
que es lo mismo a decir, la expansión del cuerpo de Dios. Es la noche del
encuentro, es la obra mayor de la noche: la criatura que nace en la penumbra,
es el abatir de la intuición por la experiencia. Éste es el momento en donde se
asoma con más patencia la penumbra, la que da origen a la tranquilidad del
alma, pues su viaje ya ha culminado, no por ello queda el alma quieta ni
sosegada, simplemente, dejó de ser “arduo avatar entre la razón y la fe”. Se
detuvo ya el recuerdo de la estrechez de aquel viaje del alma por esa noche
oscura. Se debe aclarar que no es un sueño el que está viviendo el alma, es una
vigilia, es por ello que se habla de la experincia del alma en el lugar
indicado, la noche, y según Foucault sobre la experiencia: “palabra demasiado
cargada de contenido para designar tal transparencia alerta sobre sí misma,
pero, ¿qué otra emplear que no ensordezca aquel silencio que está a la
escucha?”[4].
Sí, una experiencia alerta y tranquila, pues en ningún momento se denota
displacer, es más, el mismo recurso de los oxímoros nos evoca una suerte de
tranquilidad en el viaje:
En una noche oscura
con ansias de amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada;
Acá podemos notar que la reiteración
del primer verso: En una noche oscura, nos conduce al misterio, a la
incertidumbre, mas luego con el tercer verso, nos sitúa en el descanso, acto
que se repite en todo el poema, dejando la sensación, que el proceso que está
viviendo la amada dentro de esa Noche, es un proceso de sacrificio o purgación
del alma, lo que implica dolor y satisfacción a la vez. Por consiguiente, la
figura retórica -el oxímoron- se justifica con el tema: la forma y el fondo se
apoyan. Entonces, vemos que además de ser un poema que clarifique un encuentro,
es un poema del viaje que debe hacer el alma que busca maridarse con su último
objetivo: Dios. Asimismo, es un poema del recuerdo, del lenguaje empírico, dado
que el primer verbo que se dice en el poema, se dice en pasado: Salí sin
ser notada, podríamos conjeturar que san Juan de la Cruz crea el poema
en la mañana que seguía a esa noche oscura. Lo que nos dirige a pensar
que el poema se hace desde la luz y es desde la luz que la oscuridad se hace
más oscura. A fin de crear en el lector ese juego del ir y venir de la luz a la
oscuridad; ir y venir de la realidad al presentimiento, del ir y venir del
cuerpo al alma, del ir y venir del día a la noche, del ir y venir de la razón a
la fe, creándole veracidad a la palabra del poeta místico:
En el despertar con el día, en la vigilia
que mantiene su claridad en medio de la noche y en contra del sueño de los
demás, Occidente ha dibujado sin duda uno de sus límites fundamentales; ha
trazado un reparto de donde nos llega sin cesar esta pregunta que mantiene
abierto el espacio de la filosofía: ¿en qué consiste, pues, aparecer?. Reparto
casi impensable, puesto que sólo se puede pensar ni hablar después de él: no es
posible pensarlo, reconocerlo y prestarle palabras más que una vez llegado
plenamente el día y devuelta la noche a su incertidumbre.[5]
Cuando Foucault hace la pregunta ¿en
qué consiste, pues, aparecer? no puedo dejar de pensar en el poema como una
epifanía. Entonces, el carmelita nos demuestra su experiencia por medio del
poema, buscando en él, el lenguaje correspondiente que dé cuenta de dicha
experiencia. Por lo mismo, el cura se aferra de la tradición, recurriendo a
alegorías ya utilizadas con anterioridad, ejemplo de esto es el Cantar de los
Cantares, de Salomón[6],
en donde la novia va en busca del novio, en donde la novia también cruza un
viaje para la transformación: símil de la amada con el Amado en la Noche
oscura, así el poeta, justifica en cierta medida ese aparecer con la
tradición. Aparecer que podemos, asimismo, verlo como un renacer:
Pues bien, dentro de los valores
conferidos a las tinieblas -de las que la Noche no sería sino una
variante- sobresalen los de carácter antropológico, según los cuales la
progresión nocturna es equivalente a una muerte iniciática, por la cual se
adviene a una dimensión ontológica o religiosa. Es decir, la Noche
equivaldría a una inmersión en las fases negativas y dolorosas que conlleva el
preceso místico como único medio que comporta el acceso a la nueva dimensión:
el hacerse Dios por participación mediante la unión por amor. La Noche es
una muerte a determinadas características del “hombre viejo” y un renacimiento
del “hombre nuevo”, según términos paulinos que el santo adopta y adapta para
sí.[7]
Es
interesante que ese aparecer no necesariamente coincida con la luz, pues
en la quinta lira ya se habla -desde la dicha- de un aparecer que es la
conversión del alma, siendo aún situada en la noche: “¡Oh noche que
juntaste/Amado con amada,/ amada en el Amado transformada!”. Es así como vemos
que la vitalidad es conjunta a la aparición de la verdadera Alma, dicha que
pareciese cruzar el proceso de la ceguera a la vista o como más arriba fue
citado, desde el hombre viejo al hombre nuevo, ahora el alma que viajó ciega y
movediza, pasa a estar quieta y de alguna forma vidente:
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Acá el alma pasa a ser criatura
plena de su Amado, abriéndose paso a otro tipo de percepción, como si con la
llegada del Amado, el alma destinara al silencio como conductor de la
realidad. El silencio como el órgano que
le hacía falta para entender el Verbo Divino. Esta es la sucesión de las
Melodías que produce el placer de haber llegado a tiempo al encuentro con el
Amado, es el descanso: “Quedéme y olvidéme,/el rostro recliné sobre el Amado”.
Volviéndose un paisaje frondoso, montés, mas sujeto a un silencio que sólo
puede producir la boca cerrada de lo metafísico. Pausadamente, vemos cómo se
acumulan los conceptos de viaje, transformación, silencio y se dirigen hacia el
concepto que ronda todo el poema: la Noche, como aclara el mismo san Juan:
“Este sueño espiritual que el alma tiene en el pecho de su Amado, posee y gusta
todo el sosiego y descanso y quietud de la pacífica noche, y recibe juntamente
en Dios una abisal y oscura inteligencia divina, y por eso dice que su Amado es
para ella la noche sosegada.”[8]Es
una noche en donde participa el silencio como alerta de la verdad, pues dentro
del día, dentro de lo mundano, el alma se ve perturbada por los sentidos que la
imposibilitan a emprender el viaje hacia el Amado, es por ello que san Juan,
inserta el viaje de la amada en una noche oscura, redefiniendo, entonces, la noche
como el lugar de la experiencia mística o la cúpula en donde calzan las almas
amantes:
Efectivamente, San Juan habla del día
de la eternidad de Dios, que es otro que este día temporal. En el cual día de
la eternidad predestinó Dios al alma para la gloria. Frente a este día en
que se contemplará a Dios cara a cara, el alma y la Iglesia permanecen en la
noche de la fe (…) pero por medio de la purgación de esta contemplación en fe,
en que el alma es al mismo tiempo iluminada, se logran alcanzar los resplandores
de los levantes de la aurora, resplandores empañados de cierta oscuridad[9]
Pareciera
que a lo largo del poema se erigieran, contantemente, los opuestos cara a cara.
Como si uno, en su obligación de existir combatiera o agonizara frente al otro,
mas sin eliminarse por completo, pues si uno no está, el otro también
desaparece: lo oscuro no es sin lo claro, lo móvil no es sin lo quieto, la
amada no es sin el Amado, el alma no es sin el cuerpo; el adentro y afuera se
necesitan, la nada y el todo también:
Numerosos críticos han calificado a san
Juan, en virtud de su insistencia en las negaciones, como Doctor de las nadas.
Y si esto es cierto, no lo es menos que la negación radical, o progresión para
alcanzar la Nada, está en función dialéctica de la obtención de un Todo (…) la
negatividad de san Juan es espera, tensión hacia un futuro oscuro en el que
alienta la esperanza de un tiempo vivo y eterno.[10]
Está demás decir que la misma nota
explicativa del poema ya anuncia que nos preparamos para leer una obra de
carácter de espera o de tránsito: “Canciones del alma que se goza de haber
llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el
camino de la negación espiritual.”
Podríamos denominar a san Juan como el emisario que viene entre la
sombra y la luz, que describe el recorrido entre ese ir y venir, descripción
que está sometida al aparecer de la luz de la experiencia o al “espacio del fiat,
es decir, el espacio de la aceptación activa y pasiva de la penumbra”[11]Asimismo,
vemos que esa descripción pareciese que fuera desde la contemplación, es decir,
como si el poeta girara la cabeza hacia atrás y describiera el recuerdo de esa
noche en donde su alma peregrinó hacia el Amado, descripción orgullosa y
cargada de tranquilidad, puesto que su objetivo se realizó y se patentiza desde
el lenguaje infinito que entregan los hechos naturales y sobrenaturales del
poema:
En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cabello hería,
y todos mis sentidos suspendía
El
poema es la presencia de un parto que se hace a sí mismo en medio de la
oscuridad, en la negación de los sentidos. Madre
e hijo aceptan la oscuridad como el proceso que los lleva a la luz: que es el
mismo nacimiento que se busca en el poema. Es oscuridad como negación, es
símbolo del avatir entre la fe y la razón: es el síntoma que se manifiesta
cuando madrugamos y no sabemos bien si lo que acaeció es producto del recuerdo
o del cansancio de la vigilia. Sin embargo, sólo lo podemos suponer, pues la
experiencia la tuvo el santo, ese aparecer del alma transformada la
vivió o la intuyó sólo él.
Canciones del alma que se goza de haber llegado al
alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
por el camino de la negación espiritual.
alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
por el camino de la negación espiritual.
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el Amado transformada!
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Obras citadas
- De la Cruz, san Juan et. al(1862). Escritores del siglo
XVI. Madrid:Rivadeneyra.
-
Álvarez, María Auxiliadora. (2008) Experiencia
y expresión de lo inefable en San Juan de la Cruz.
Hipertexto 7
-
Mancho Duque, María Jesús.(1982) El símbolo
de la noche en San Juan de la Cruz. España: Ediciones Universidad de Salamanca.
-
Biblia de Jerusalén. Antiguo Testamento. Cantar
de los Cantares.
-
Foucault, Michel.(1996) De Lenguaje y
Literatura. Barcelona: Paidós.
-
Berastáin, Helena.(2006) Diccionario de
retórica y poética.México: Editorial Porrúa.
[1] De la Cruz, san Juan et. al(1862).
Escritores del siglo XVI. Madrid:Rivadeneyra.
[2] Álvarez, María Auxiliadora. (2008) Experiencia
y expresión de lo inefable en San Juan de la Cruz. Hipertexto 7
[3] “Oxímoron (o antilogia, pradojismo,
alianza de palabras). Figura retórica de nivel léxico/semántico, es decir,
tropo que resulta de la “relación sintáctica de dos antónimos”. Es a la vez una
especie de paradoja y una especie de antítesis abreviada que le sirve de
base...”
[4] Foucault, Michel.(1996) De Lenguaje y
Literatura. Barcelona: Paidós.pág. 158
[5] Ibídem, pág.159
[6] Biblia de Jerusalén. Antiguo Testamento.
Cantar de los Cantares.
[7] Mancho Duque, María Jesús.(1982) El
símbolo de la noche en San Juan de la Cruz. España: Ediciones Universidad
de Salamanca. Pág.18
[8] De la Cruz, san Juan et al.(1984) Poesía
Religiosa. Santiago: Ed. Ercilla. Pág. 101
[9] Mancho Duque, María Jesús.(1982) El
símbolo de la noche en San Juan de la Cruz. España: Ediciones Universidad
de Salamanca. Pág. 38
[10] Ibídem, pág. 41-42
[11] Álvarez, María Auxiliadora. (2008) Experiencia
y expresión de lo inefable en San Juan de la Cruz. Hipertexto 7