paisajes, una aproximación a otro conocimiento
Vemos el viaje, la cadencia de la luz
que cae sobre los objetos, el tránsito de la luz cuando se pronuncia. El viaje
de la luz: el viaje del artista que recolecta imágenes y las trae a la orilla,
acá donde estamos observando la intuición –ese otro conocimiento que se
adquiere por el proceso-. El viaje lleva consigo el comienzo y el fin, la
conclusión, los nueve meses: la Verdad. Álvarez, desde la altura -lo
montés- nos señala que la naturaleza es el laboratorio, es el lugar en donde se
precisa la lontananza para ¿ver,
escuchar, oler, saborear, tocar? no,
intuir esa verdad que impera y se esconde en el paisaje, es por ello que nos
insiste en traducir el monólogo que hace la naturaleza.
Sí, estas obras
son desde una altura, por ejemplo, lo altozano: la duna, lo que inevitablemente
lía claridad, la altura implica tener que descender y, ¿cuál es la manera que
tiene de descender el artista? es con los objetos encontrados en cada lugar, éstos
son las huellas que lleva a los cuadros. El ensamblaje,
la intervención de
los objetos, son lo que nos demuestran una estadía; es el empoderamiento del paisaje,
ilustran el lugar, remontan, son la abertura hacia ese sitio. Asimismo, son
objetos libres, pues son objetos que de una forma gratificante han sido olvidados,
transformándose en libres y olvidados por la ciudad, puesto que han perdido su
utilidad, han salido victoriosos de la praxis
moderna para echar a descansar su esencia, sus elementos y volverse en
plenitud parte del nuevo paisaje. Podemos decir, entonces, que los objetos, tal
como el artista, hacen un viaje, viven la transformación desde una orilla hacia
la otra – y estoy pensando en los maderos, remaches, latas que se hacen parte
del paisaje y que luego acompañan la obra como el ojo testigo del autor-.
Frente a la
vorágine el paisaje/obra no necesita al hombre, me llama la atención cómo es
que el hombre queda marginado del paisaje e incluso ni el artista está ahí como
hombre presente en la obra, el autor es un elemento más, es un curioso. Un
curioso encargado de acuñar el misterio que, extrañamente, late en estos
parajes. Esto lo vemos por medio de la representación de los fenómenos
naturales, el viento como línea, una línea que contempla la distancia, como
contempla el azar en estas obras. Vemos las sombras en las manchas, abandonando
lo figurativo para acercarse a lo furtivo; la rapidez que tiene el viento de
hacer cambiar el paisaje; la luz y su maternidad de abrigar/secar/crear los
elementos en el recorrido. Estos paisajes empíricos, de formas abiertas,
semicerradas, sensitivas, nos invitan a la idea del retirarnos para hacernos
parte del envés olvidado del camino y así alcanzar eso Uno que ha atravesado el
tiempo, los lugares, la historia del camino, la historia del espíritu para
volverse coyuntura, para volverse conocimiento de lo alto, lo bajo, lo
germinal, lo lejano, de lo que viene, de lo que se aleja, de lo que se hace
color, esto es la tintura de la experiencia.
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