un-sitio-eriazo-es
no es desierto. lo húmedo, acá, es
exacto a lo seco, a lo quebradizo. pareciera que cada cosa agoniza: luchas que
hacen el equilibrio de vida y muerte, puesto que los objetos dentro de esta
zona tienen un halo tibio que conformes invitan a una existencia perenne del
devenir a quietud. las cosas de este espacio viven en el borde. forman parte de
las organismos que la sociedad no está dispuesta a enterarse, es por ello que,
estos sitios son cerrados, son un paréntesis en las ciudades, son un
espacio-no; son un “erase una vez”; un pasado que se salta un presente, un llegar
a ser; un aún todavía no, esa es
la inquietud, eso es lo que nos incomoda. no poseen un en medio fijo, son un
proceso en donde el tiempo está asignado por quienes aspiran que este terreno
se “haga” ya que ignoran que este sitio es
y no saben que es desde el orgullo de
algún derrumbe. al parecer los hombres tenemos una insistencia en creer que
llegaremos a una altura, pero las cosas se caen y es un estado de normalidad, y
sin embargo, seguimos tentando, perseguimos una construcción imaginaria,
desafiando la filigrana de lo bajo, que solo es bajo cuando se observa desde un
arriba, arriba que no construye: el arriba de ciudad. este tipo de sitios
realiza, insisto, no representa, sino que realiza la idea de vacío en un lugar
imposible. vacío aquí no es el concepto de vacío que conocemos. vacío no es el
lugar de la desaparición, acá el vacío es la aparición de los objetos vaciados
por el ojo social, es el desfile de cada cosa autónoma, que solo se necesitan de
ellas en sí mismas para existir, son independientes de la mirada externa. eso
es lo que hace agonizar su estadía: agón
que solo vemos nosotros. son el
principio y el fin de la exterioridad que adopta la forma –exiliada e inseparable-
de lo que no queremos ver: un vacío que lucha, es decir, un vacío con espíritu
de libertad, puesto que todo eriazo se afana por extender-se; de hacer-se
libre. sin embargo, nosotros, desde un allá, orillamos estos sitios como un
lugar que no es natural, siendo que lo aórgico es informe como estos espacios, son
todo lo contrario al hábito del ojo del hombre de ciudad, es decir, el
verdadero orden, la armonía, lo bello no se representa, se presenta en este
lugar que no es desierto, que es un lugar de “apariencia” inmóvil, como si el
tiempo lo hubiese abandonado. concluyo que su estancia no está hecha para los
ojos ni la visión, solo lo hondo ve –desde el vértice oscuroluminoso- que desarrolla el sinsentido: la infinitud. los
eriazos nunca serán un desierto, nunca serán eriazos, pues son la morada, el
domicilio de lo íntimo, son, aunque suene contradictorio, la apariencia del
ser. el ejercicio explicativo de lo anterior es sencillo: lo hondo se expresa
con torpeza, ilimitadamente torpe como lo húmedo y lo seco al mismo
tiempo.
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