viernes, 10 de febrero de 2012


un-sitio-eriazo-es

no es desierto. lo húmedo, acá, es exacto a lo seco, a lo quebradizo. pareciera que cada cosa agoniza: luchas que hacen el equilibrio de vida y muerte, puesto que los objetos dentro de esta zona tienen un halo tibio que conformes invitan a una existencia perenne del devenir a quietud. las cosas de este espacio viven en el borde. forman parte de las organismos que la sociedad no está dispuesta a enterarse, es por ello que, estos sitios son cerrados, son un paréntesis en las ciudades, son un espacio-no; son un “erase una vez”; un pasado que se salta un presente,  un llegar a ser; un aún todavía no, esa es la inquietud, eso es lo que nos incomoda. no poseen un en medio fijo, son un proceso en donde el tiempo está asignado por quienes aspiran que este terreno se “haga” ya que ignoran que este sitio es y no saben que es desde el orgullo de algún derrumbe. al parecer los hombres tenemos una insistencia en creer que llegaremos a una altura, pero las cosas se caen y es un estado de normalidad, y sin embargo, seguimos tentando, perseguimos una construcción imaginaria, desafiando la filigrana de lo bajo, que solo es bajo cuando se observa desde un arriba, arriba que no construye: el arriba de ciudad. este tipo de sitios realiza, insisto, no representa, sino que realiza la idea de vacío en un lugar imposible. vacío aquí no es el concepto de vacío que conocemos. vacío no es el lugar de la desaparición, acá el vacío es la aparición de los objetos vaciados por el ojo social, es el desfile de cada cosa autónoma, que solo se necesitan de ellas en sí mismas para existir, son independientes de la mirada externa. eso es lo que hace agonizar su estadía: agón que solo vemos nosotros.  son el principio y el fin de la exterioridad que adopta la forma –exiliada e inseparable- de lo que no queremos ver: un vacío que lucha, es decir, un vacío con espíritu de libertad, puesto que todo eriazo se afana por extender-se; de hacer-se libre. sin embargo, nosotros, desde un allá, orillamos estos sitios como un lugar que no es natural, siendo que lo aórgico es informe como estos espacios, son todo lo contrario al hábito del ojo del hombre de ciudad, es decir, el verdadero orden, la armonía, lo bello no se representa, se presenta en este lugar que no es desierto, que es un lugar de “apariencia” inmóvil, como si el tiempo lo hubiese abandonado. concluyo que su estancia no está hecha para los ojos ni la visión, solo lo hondo ve –desde el vértice oscuroluminoso- que desarrolla el sinsentido: la infinitud. los eriazos nunca serán un desierto, nunca serán eriazos, pues son la morada, el domicilio de lo íntimo, son, aunque suene contradictorio, la apariencia del ser. el ejercicio explicativo de lo anterior es sencillo: lo hondo se expresa con torpeza, ilimitadamente torpe como lo húmedo y lo seco al mismo tiempo. 

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