*
está
ardiendo el tiempo en los ojos de quien espera. se anegan los caminos
con la coreografía de la retirada y la luz se hace silencio,
quedándose dos veces en el oído del eco. así es como se calcina la
velocidad del recuerdo que no llega. solo
esto nos pasa, solo esto
*
ya
logrando ver el retorno de cada cosa a su lugar me marcho por esa
misma quietud melódicamente.
no van mostrándose cuando se marchan, mas dejan lo que creen
llevarse. la
noche es de día mientras afuera se convencen los párpados que
duermen. en esta noche la palabra fugaz mostraría el rostro de lo
perdido. existe
una violencia que se seca intacta, es una nueva forma de zarpar de
los objetos
*
en
la orquesta del vacío solo una nota se toca. con respeto y sin fin
se ahuyentan las riberas de lo oscuro apenas quedando el gesto del
recuerdo -un
poema fue el autor que puso a andar los ríos.- que
nadie se burle de esta madera callada: espejo del viento que no tiene
viento solo la traducción del oxígeno cansado ya de imitar la
tormenta cuando lo expiro -afuera,
hermosamente, alguien quiere entrar-
*
en
cada vértice, una fotografía: símbolo del estancamiento, del
rechazo a ese otro que no participa dentro del cuadro. en cada
vértice, una pelusa, una concha deshabitada; en cada vértice, el
hollín de algún recuerdo -lo
siento, no puedo quitarle el silencio a este oficio-
*
la
lengua no fue la palabra que quedó atorada entre la puerta y la
calle. la lengua nunca ha sido lo que he querido decir. quiero hablar
del perro que se escucha su andar presto, de los precipicios y sus
jardines, de los desolladeros que se queman con la inocencia. la
lengua se hizo desierto cuando entró a la mía, vértigo cuando me
escucha descifrándola
Natalia Rojas
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