martes, 3 de julio de 2012

de "coreografía de una vigilia"


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está ardiendo el tiempo en los ojos de quien espera. se anegan los caminos con la coreografía de la retirada y la luz se hace silencio, quedándose dos veces en el oído del eco. así es como se calcina la velocidad del recuerdo que no llega. solo esto nos pasa, solo esto
 
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ya logrando ver el retorno de cada cosa a su lugar me marcho por esa misma quietud melódicamente. no van mostrándose cuando se marchan, mas dejan lo que creen llevarse. la noche es de día mientras afuera se convencen los párpados que duermen. en esta noche la palabra fugaz mostraría el rostro de lo perdido. existe una violencia que se seca intacta, es una nueva forma de zarpar de los objetos

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en la orquesta del vacío solo una nota se toca. con respeto y sin fin se ahuyentan las riberas de lo oscuro apenas quedando el gesto del recuerdo -un poema fue el autor que puso a andar los ríos.- que nadie se burle de esta madera callada: espejo del viento que no tiene viento solo la traducción del oxígeno cansado ya de imitar la tormenta cuando lo expiro -afuera, hermosamente, alguien quiere entrar-

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en cada vértice, una fotografía: símbolo del estancamiento, del rechazo a ese otro que no participa dentro del cuadro. en cada vértice, una pelusa, una concha deshabitada; en cada vértice, el hollín de algún recuerdo -lo siento, no puedo quitarle el silencio a este oficio-

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la lengua no fue la palabra que quedó atorada entre la puerta y la calle. la lengua nunca ha sido lo que he querido decir. quiero hablar del perro que se escucha su andar presto, de los precipicios y sus jardines, de los desolladeros que se queman con la inocencia. la lengua se hizo desierto cuando entró a la mía, vértigo cuando me escucha descifrándola 


Natalia Rojas

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